Hace unas semanas comenzamos a dialogar sobre el “etnocentrismo”, esto es, la tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades. Se trata de una falta de conciencia de la cultura de los demás. Hoy hablaremos del segundo de los matices del etnocentrismo: reconocemos las diferencias, sin embargo, las evaluamos negativamente.
Esto ocurre en tres situaciones: denigración, superioridad o reversión
DENIGRACIÓN – aquí se considera que otras culturas son inferiores. Se utilizan estereotipos y racismo. Pueden también existir otras denigraciones más leves o sutiles, como ejecutivos que no respetan a los empleados; intelectuales que subestiman a obreros manuales; las generaciones adultas que consideran irresponsables a los más jóvenes (por ejemplo, al decir “en mis tiempos era mejor”, “la música de mi tiempo era mejor”, “los programas de televisión de mi tiempo eran mejores").
SUPERIORIDAD – se ve al grupo cultural al que pertenezco como superior. Por ejemplo, el nacionalismo extremo, el fundamentalismo religioso. Creer en la superioridad de mi cultura puede hacer que quiera imponer mi manera de ver las cosas sin considerar la cultura de los demás.
REVERSIÓN – es una forma sutil de evaluación negativa. Es poner a la otra cultura en un pedestal mientras se denigra la propia. Es un cambio del centro del etnocentrismo. Se ve mucho en las personas que se van a vivir a Estados Unidos u otros países y regresan a su país y piensan que ahí todo es peor o malo.
La próxima semana hablaremos del tercer matiz del etnocentrismo.
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